miércoles, abril 30, 2008

BORIS SUJDOVIC - "Fuzz Machine" (Bang!)


“Soy un hombre primitivo/Tengo maneras primitivas de pensar en ti”, susurra Boris Sujdovic (en el centro en la foto) en “Primitive Man”, el tema que abre su enjuto y expeditivo “Fuzz Machine”. Y sus palabras son remachadas con un feroz y minimal ayuntamiento entre los fantasmas de Devo y Stooges. Protoblues achicharrado dotado de un toque maquinal por obra y gracia de Franki The Machine –la caja de ritmos que es único compañero de viaje- e hipnóticos medios tiempos de vicioso sustrato velvet es lo que el buceador encontrará por aquí; bañado todo ello por guitarras que disco adentro van adquiriendo un áspero aunque moderado cariz psicodélico, préstamo, suponemos, de las mayúsculas bandas australianas donde ha rendido servicio como bajista en las últimas décadas (Scientists, Beasts of Bourbon, Dubrovniks, ahí es ná). Igualmente esencial, más que simple, en las letras, el suyo es un sucinto y circular paseo por los recovecos de las adicciones y el amor. O sea, de las adicciones. Música en el hueso puro para repasar lo que importa. Y lo que le importa a Boris, como a casi todos, cabe perfectamente en seis expediciones hechas para ser escuchadas a máximo volumen, a modo de casero pero efectivo anestésico emocional. Mención especial, dentro de su compacto magma de funhouse crepuscular y eremítico, para el cortante brío navajero de “Never Left You” y la gélida confesión yonqui de “Give Up” (No vas a dejarlo/No vas a dejarlo/Porque la heroína te gusta/La heroína te gusta demasiado//Te gusta como sube por tu brazo/Te gusta como se desliza en tu cerebro/Te gusta como va bajando/Bajando hasta tu columna/Te gusta como bloquea y deja fuera/Todo lo que habías pensado sobre hoy). Demasiado básico, quizá, para los adoradores del arreglo, probablemente su esencia reside no tanto en la construcción misma sino en todo aquello que el autor se abstiene de añadir. En su concepto de lo que es superfluo. Y en la vida que, se intuye, ha tenido que llevar para llegar a tan doloroso pero estoico resumen existencial. Recuerdo su extraña estampa en persona. Altísimo, las manos enormes y nudosas, el aspecto de granjero disfuncional con colección de cadáveres en el granero. Y recuerdo su manera de tocar el bajo. Un músico que si sólo necesita una cuerda jamás se permitirá a sí mismo usar dos. Y concluyo que nadie mejor que él, en el fondo, para poner sobre nuestra modesta mesa este devastador ejemplo de raw power franciscano a mayor gloria de la radical soledad del hombre. Hermano Aussie.// Luis Boullosa

1 comentario:

Dabiz del Reino dijo...

Ya estamos con la tormenta de ideas para la siguiente portada, prometemos algo 100% desequilibrado...

Un abrazote señor editor!