miércoles, diciembre 02, 2009

KURT VILE - "Childish Prodigy" (Matador)

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Adoro los discos que brillan bajo su aparente desaliño (a las personas también). El tercero (creo) de este individuo, residente en Filadelfia pero con médula creativa neoyorquina, es uno de esos. Lo intuí cuando pinché “Monkey”, ajustada rendición del clásico subterráneo de los Dim Stars (aquel supergrupo de cloaca “artie”, ¿recuerdan? Donde estaban Jad Fair, un desaseado Richard Hell y dos Sonic Youth). Y es que hay versiones que lo dicen todo, y ésta situaba a Kurt Vile (gran apodo, si lo es) en el laberíntico y fantasmal espacio del Nueva York de finales de los ochenta y principios de los noventa, aquel en el que viejas momias del punk, gloriosos despojos de la charcutería no-wave y nuevas bestias ruidistas cohabitaban. Y dentro del laberinto, en concreto, en la manzana donde fabrican ese romanticismo de cochambre urbana envuelto en alambre eléctrico, mitad rímel corrido mitad broncoespasmo, que ya es una de las maneras clásicas de formular el Rock&Roll.

La impresión la confirmaba, de arranque, la cojonuda “Hunchback”, una especie de walking-no-blues callejero con polución de guitarras al fondo y una voz que invoca la sacrosanta triada yonqui Reed-Hell-Carroll. Después, cualquier atisbo de mimetismo o copia eficaz se encargan de disiparlo otras siete canciones con alma y tripas donde cobra forma el desharrapado pero principesco talento del chaval. Sin artilugios. Sin cosmética. Sólo una cortante pero densa malla de electricidad estática para ayudar a reptar a un puñado de temas imperfectos, infecciosos como el amor, emocionantes, preñados de desmañada gloria suburbial, habitantes, a veces, de un hueco de trémula paz entre mundos colisión, encabritados otras. Acústico, eléctrico, suciamente rock, aproximativamente folk (“Blackberry Song” con la que se abre la segunda cara), con el mismo sonido espacioso y nocivo de un pulmón dañado, de un ampli que empieza a fallar. Con la bendita y dolida inocencia de los que empiezan. Canciones que se hacen gozosamente cortas, como si una vocación de oscuridad luchase para acabarlas ahí, a medio minuto escaso de convertirse en clásicos. Y está (manías personales) ese saxo de “Amplifier”, reminiscente de los imprescindibles Jazz Butcher, que torna el aire en delicioso, traqueteante, amanerado, fugaz pop inglés de la mejor cosecha. Y está, también, el remate con “Inside looking out”, un arrastrado blues urbano, menor, pero apreciable en su estancada mala baba de ciudad.

Un paseo bajo la lluvia de octubre, por el fondo del tonel de los chansonniers electrocutados. Se lo que dirán los escépticos (yo también lo soy cuando me lo puedo permitir): Esto ya se ha hecho/Es un disco menor/Naciste demasiado tarde. Pero uno piensa lo que piensa y no podemos pagar para siempre los pecados de los padres, por suculentos que fuesen. Háganse un favor y píllense el disco. Se ahorrarán unas cuantas patochadas "artísticas" y otras tantas giras de reunión. Y además, Carroll está muerto y Hell y tito Lou, a estas alturas, no son capaces de hacer algo así ni volviéndose a enyoncar. Un diez. Sobre cinco. Dicho está.//Cowboy Iscariot

PD.- Vile toca en el Wurlitzer Ballroom, tu antro amigo, el próximo 11 de diciembre.

4 comentarios:

Pablo dijo...

Vaya, vaya. No estaría mal pasarse por el Wurlitzer.

Terra dijo...

Si todos los críticos de rock tuvieran está capacidad seducción al escribir el mundo sería mucho mejor. Salud. Desde Buenos Aires. JT.

Anónimo dijo...

Hola, un buen artículo, aunque veo que sueles leer Ruta 66... uy uy uy.

Anónimo dijo...

Grande! No te conozco pero me caes bien